viernes, 9 de enero de 2015

Las sierras de Orihuela. Carlitos Sierra


  Rodeando la fértil vega del río Segura a su paso por Orihuela destacan las sierras de “Hurchillo” al sur y “La Cruz de la Muela” al norte...


 La segunda más alta de unos 400 m la subíamos por los senderos que la ascienden en su umbría llena de pinadas y menos abrupta. Mis compañeros son unos forofos del fútbol, y cuando necesitaban a alguien para completar equipo, yo iba a cambio de que ellos me acompañaran a mí en tan bonita ascensión. En cierta ocasión, mi amigo Chema subió cargado de una silla que finalmente portamos por turnos, para sentarse en su cima. Chema trabajaba con su padre de pastor en Calasparra los fines de semana, y decía que ir al monte era ir a “pasturar”, con lo que si accedía con mi pequeño chantaje-intercambio lo hacía en un plan muy jocoso.... A Paco Rueda que lo engañé una sola vez, le hice una foto subido a la base de la gran cruz de ferralla que coronaba la cima, y cuando la reveló se enfadó notablemente porque solo salía su cara para que el encuadre abarcara todo el colosal monumento...

 A veces me iba de expedición sólo, y la siguiente historia ocurrió en la otra sierra que cito al principio,la que a unos cinco Km de Orihuela, junto a la pedanía de Hurchillo se alza apenas 200 m, rodeada por el gran canal del trasvase “Tajo- Segura”, que a sus espaldas desemboca en el gran pantano extrartificial, -un pantano sin río- de “La Pedrera”. Esa tarde estaba mi hermana Mercedes rodando en Barcelona con sus amigas Paloma y Mari Carmen una tercera participación en el concurso de Constantino Romero, “El Tiempo es Oro”.

   En la cima, meditando con las luces de Murcia en el horizonte se anocheció mas de lo recomendable, y al bajar dirección a Orihuela, cada vez que encontraba un camino con paso por el gran canal de agua, aparecían perros de los caseríos cercanos ladrando enfurecidamente.

  Cuando ya me disponía a pasar la noche encaramado a un algarrobo, lo intenté por última vez dirigiéndome dirección Torrevieja, llegándome a alejar de Orihuela otros tantos kilómetros, pero despejándose y allanándose el terreno a la vez que apareció una gran luna llena.
 

  Cuando divisé un gran caserío blanco y luces de coches pasando por una carretera cercana el temor de que aparecieran más perros se apoderó de mí con angustia, pero conforme me acercaba a las brillantes murallas de esa gran construcción que me asustaba descubrí que era un cementerio. Recé aliviado un “Padrenuestro” y regresé a Orihuela en un par de horas donde arribé a la una de la madrugada pensando que mis compañeros estarían preocupados.  Pero solo encontré paz y ronquidos, y un plato de sopa frío en la mesa de la cocina con un pedazo de pan reservado con mucho cariño para mí. Esa noche dormí mejor que nunca.



2 comentarios:

  1. Recuerdo que nos trajiste una caca de jabali de regalo.

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    1. Paco, seguramente sería un vomitado de buho con sus huesecillos de ratón sin digerir...(Que no soy tan guarro!).

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