Un partido inolvidable en la Romareda. Juanillo Pérez
Queridos amigos, a lo largo de estas ilustradas historias nuestras, son varias las veces que hemos hecho referencia, a nuestros viajes a Zaragoza. En esta ocasión, quiero resaltar un viaje que hicimos todos, los cabañeros y calasporros. Ya en el autobús íbamos calculando para que íbamos a destinar nuestras pobres reservas monetarias. Tenemos tanto para cervezas, otro tanto para whisky, otro tanto para papear, otro tanto para más cerveza. En fin que para visitas culturales, y esas cosas raras, no llega el presupuesto. Pero digo yo. Habrá algo más cultural, que darse un borneo por el barrio del tubo , tomando cañas por aquí y por allí. Pues eso es lo que hacíamos. Ahhh, sin olvidar nuestra tradicional visita a la Pilarica ,en la imponente basílica del Pilar ( ya que la entrada era gratis ). Por las noches, solíamos ir , entre otros, a un bareto, el cual para entrar había que bajar por unas escaleras ya que era un semisótano.
Allí, acudíamos todos los compañeros de viaje de la escuela y, como no, lo pasábamos en grande. Recuerdo a nuestros compañeros decirnos que no nos veían por la FIMA( feria internacional de maquinaria agrícola) , a lo que nosotros contestábamos que íbamos muy justos, que entre cervezas y cervezas no nos quedaba mucho tiempo para ir a la feria. Pero , para decir la verdad,siempre había una mañana que nos acercábamos a la FIMA , lo que pasa, es que no salíamos de las cantinas que por allí ponían. Bueno , recuerdo que dicho bareto estaba en la plaza de san Felipe. Y en el centro había una estatua ecuestre, a la cual, una noche coroné, desde el más puro espíritu cabañero. Una tarde, nos enteramos que en la Romareda, jugaban un partido amistoso, las selecciones olímpicas de España y Marruecos. Por aquel entonces, España llevaba un equipazo. Xavi, Quico , Guardiola, Alfonso, Solozabal, entre otros. A la postre, ese equipo en las olimpiadas de Barcelona se llevaría la medalla de oro.
Bueno, sin desviarnos del tema, salen ambos equipos al terreno de juego y se disponen a escuchar los himnos nacionales. Cual fue nuestra sorpresa, que al sonar el himno marroquí, vemos levantarse a nuestro Vicky y ponerse la mano en el pecho, con la mirada hacia el cielo, mas serio que la leche, como si la emoción le embargara por todo el cuerpo. Nosotros con cara de incredulidad y sorpresa, decidimos seguirle el juego y levantarnos Julio y un servidor y hacer compañía a nuestro Vicky copiándole el gesto. Claro, la situación era propicia y convincente, dado el color moreno zaino de nuestra pelleja. Deberíais de ver, con que cara nos miraban los aficionados de nuestro entorno. Aquello era para enmarcarlo. Se pensaban de verdad que eramos de Marruecos. No siendo esto bastante, decidimos seguir con la broma, y nos pasamos todo el partido animando a Marruecos e increpando al árbitro todo el partido, cada vez que pitaba algo en contra de Marruecos. La gente alucinaba en colores con nosotros. Al final nos dimos la mano con los aficionados cercanos y, riéndose, comprendieron al final, que todo había sido una broma. En ese mismo viaje ocurrió también un hecho remarcable. Resulta que no nos quedaba dinero para la última noche, y no se nos ocurrió otra cosa que desmontar las tiendas de campaña de nuestros compañeros en el camping de Casablanca ( lugar habitual de nuestra estancia en la capital maña ) y cobrar la fianza al dueño del camping y largarnos a Zaragoza a seguir la fiesta.
Bueno , para matarnos. .!!! Que cara se les pondría, a nuestros compañeros, cuando volvieran al camping y se encontraran sus tiendas desmontadas!!!!. Nosotros, por suerte, no estábamos ya allí para verlas. Después, nuestros queridos compañeros nos lo explicaron bien explicado. Por último contar, que ya de vuelta a Orihuela, siempre había una parada de descanso para visitar el “Monasterio de Piedra”, el cual , en todos los viajes que hicimos, nunca llegamos a entrar por no tener ni pa pipas. Mientras nuestros compañeros disfrutaban de la visita al monasterio, nosotros sentados, algo resacosos, tirábamos inocentemente piedras al río, conversando tranquilamente, con un sabor dulce en nuestras cabezas, de haber vivido otro viaje inolvidable a Zaragoza.
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