miércoles, 11 de febrero de 2015

Extraños bichos. Paquito Ruedita


A Carlitos, como no podía ser de otra manera cuando hablamos de un tío tan buena persona, le gustan mucho los animales. Recuerdo que cuando estábamos en la cabaña, hablábamos muchas veces de una granja escuela y de otras historias relacionadas con la cría respetuosa de todo tipo de bichos.

Un día nos decidimos, y en el mercadillo callejero, compramos gallinas y patos.
! La cara que puso el profesor de inglés cuando escuchó a la cría de pato que Carlos llevaba en el bolsillo de la chaqueta¡

El profesor al que cariñosamente apodábamos "el botijo", nos dijo que no se podían llevar mascotas a clase y nosotros le respondimos que el pobre pato no tenía con quien quedarse y no tuvimos mas remedio que traerlo al aula.

El caso es que las gallinas crecían mas o menos felices junto a nosotros. Estuvimos muy unidas a ellas.....Tanto como para meterlas en casa cuando hacia frío. Unos días después nos dimos cuenta de que no había sido buena idea.

La Caponata fue una gallina muy especial. Con ella descubrimos lo que es el buche de un ave. El amigo Agustín lo llenaba con coñac utilizando un bote de cristasol y había que ver a esa gallina borracha cantando y dando vandazos por la puerta de la casa. Lógicamente al día siguiente la pobre tenia resaca y se pasaba horas subida a un alambre sin moverse y con dolor de cabeza.

A Carlos nunca le gustó que se maltratara a los animalitos, por lo que la mayoría de estas delictivas acciones fueron cometidas durante su ausencia.

Pues todo esto lo estoy contando para llegar al surrealista momento que vivimos Juanillo y yo cuando llegando de la escuela, normalmente, aparcaba el chrisler en una vereda próxima a la casa y andando ya cerca de la puerta del garaje, pudimos ver unos seres extraños que en un principio se me hizo difícil identificar.
Corriendo de un lado a otro, habían unos bichos de dos patas como palillos que tenían un cuerpo en forma de barco y una pequeña cabeza a uno de los lados.
Estos seres eran de diferentes colores. Los habían rojos, verdes, amarillos con motas azules, verdes con la cabeza amarilla y especialmente uno me llamó la atención porque era rojo con lunares blancos.

Cuando Juanillo y yo, que no dijimos nada porque no sabíamos que decir, nos acercamos de forma definitiva, nos dimos cuenta de que eran las gallinas, que habían sido pintadas con pintura acrílica de alta calidad. Unos botes que estaban en el garaje y que pertenecían a la Lola y al Jesus.

Os puedo prometer y prometo que aquellos bichos no parecían gallinas. La pintura había hecho que las plumas se apelmazaran y no sabría muy bien como describir lo que vimos.

En fin, una anécdota mas de la vida alegre y rústica que vivimos en nuestra época estudiantil.




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